“Un día en la vida de Pepita la pistolera” juega mucho más con la noción de tiempo, puesto que es una crónica escrita en un tiempo presente, pero que a lo largo de su duración remitirá al tiempo pasado. El suceso aquí entabla relación directa con el crimen del periodista argentino José Luis Cabezas, y aunque se hace referencia al hecho, también se refiere mucho el autor al pasado (infancia, adolescencia) de la protagonista de la crónica. El recorrido que propone el autor para que entendamos claramente el hecho, es bastante directo. La crónica comienza con un presente que resulta más que descriptivo para quién lee, y el cual nos lleva velozmente a un pasado muy lejano que nos termina de explicar algunas ideas, de modo tal que uno pueda entablar cierta relación entre lo presente y lo pasado, como para que pensemos como lectores que pasó tal cosa, porqué hace mucho tiempo atrás pasó otra, y todas esas cosas fueron sumando para que se produzca el hecho. Se utilizan ( al igual que en la crónica anterior) diálogos, estos benditos diálogos que pueden unirme o no la historia en sí con la historia del discurso. En este caso en particular creo que se logra dicha conexión, y esto hace que lo que leo se me presente lo más real posible (como si en lugar de leer esa crónica, estuviera yo tomando un café con la protagonista, y ella me narrara los hechos), y esto en algún aspecto hace que el discurso sea más ameno, más cercano, y no tan pesado como puede ocurrir en otros casos. Esta crónica termina como empieza, en cuanto a tiempo verbal, en presente. Y logra mezclar así, ambos tiempos, para que el lector logre trasladarse al pasado en un párrafo, y al siguiente vuelva al presente y adueñarse de este recurso cada vez que lea.
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