sábado, 25 de octubre de 2008

Nota al pie (Rodolfo Walsh)

Establece un diálogo (implícito) entre los personajes. Utiliza este apartado al pie de página, como para responder o agregar algo a las frases pertenecientes al relato. Lo interesante es como este apartado, va cobrando vida, al punto tal de pasar a ser más importante que el mismo relato. No ocupa ya un lugar mínimo, marginado y aclaratorio debajo de cada hoja, sino que pasa a convertirse en una de ellas. Pasa a ser la historia contada desde las notas al pie. ¿Cómo lograr que aquellas olvidadas palabras situadas al pie de página cobren tanta consistencia, al punto tal de opacar casi por completo a lo que se refiere al texto en sí? Solo Walsh puede contestar esto.
Mediante la carta del personaje de León, se va construyendo una de las historias, la cual crea un hilo de yuxtaposición con la otra historia que puede leerse. Esta carta que va apareciendo primero a cuenta gotas, luego va cobrando importancia y adquiriendo cuerpo dentro del texto. La postura de Otero frente a este León luchador (el cual se apodera de la palabra del otro) es de un notorio poderío, el cual marca lo que quiere hacer, que fin desea llevar a cabo. Si hay alguien con la autoridad suficiente como para eliminar esas notas al pie, ese es Otero.

Otra tarjeta de escritor (extraviada)...

"Lo importante nunca se cuenta. La historia secreta se constituye con lo no dicho, el sobreentendido, la alusión".
(Ricardo Piglia, en tesis sobre el cuento)

El hombre que ríe ( y por qué no el que llora)

Dos historias claramente marcadas en este cuento de Salinger. El hombre que ríe suena a leyenda, suena a metáfora, suena a alter ego (de algún protagonista, en este caso del jefe). El hombre que ríe puede estar en China, o a la vuelta de la esquina. (¡Qué bueno que así sea!).
Definitivamente tenemos una historia contada desde un punto de vista, el de un niño, situado allá por el año 1928, el cual vive como aventura todo lo que sucede a su alrededor. Tenemos, por otro lado, a todo el grupo de los “comanches”, aficionados al béisbol, quiénes oyen atentamente (y casi a diario) la historia que su entrenador le cuenta en los viajes hasta el campo deportivo. El entrenador (o jefe, como solían llamarle los comanches) está pasando, a su vez, por una situación afectiva que le atañe mucho. Se ha enamorado. Este enamoramiento, el cual se relata a los largo de la historia, tiene ciertos matices, los cuales hacen que en determinado momento, el jefe decida contar el final de su historia “el hombre que ríe”. No sólo quería contar el final de la historia que él mismo había inventado, sino también darle fin a su relación con aquella muchacha. “El hombre que ríe”, puede claramente ser un espejo de su propia realidad (aunque mucho más ficcional, y fantástico), puede querer contar su historia a través de esta leyenda que él relata a los pequeños. Sea cual fuese la cuestión, y si tomamos verdaderamente el caso de que este hombre que ríe no es más que el alter ego del propio entrenador, dadas las circunstancias de su rompimiento amoroso, este hombre no debería ya reír tanto, sino que podría caer en llanto, o al menos sumergirse en una gran pena, algo que demuestre que su amor por la muchacha le había llegado al corazón y que no quería perderla.
Toda la historia la tenemos desde un único ángulo (el del niño relator), y es el quién nos permite adentrarnos en la historia dos, aquella que me dota de sentido toda la historia.

Un día perfecto para el pez banana

Cuenta la historia de un una pareja que decide irse de viaje. La escena primera describe como la mujer de la historia habla por teléfono con su madre, la cual (muy preocupada), le pregunta constantemente por el estado actual de su marido. Éste último, había vuelto de la guerra y traía consigo violentas actitudes que a la madre de la mujer asustaban mucho, no así a la mujer misma. Los desequilibrios que posee el hombre no parecen notorios cuando se halla en la playa con una niña a la cual le cuenta la historia de los peces banana, “los peces bananas tienen debilidad por las bananas. No es una forma de decir. Las bananas hacen salir a flote toda la debilidad de los peces banana” relata el hombre, y aquí puede (o no) leerse una metáfora el cuanto al hecho de que esa debilidad de la que habla el protagonista desemboque en otra cosa, en otra cuestión, la cual redunda en que dicha debilidad deja entrever otras cosas u otras debilidades.
En el artículo de Sandra Russo (publicado en Página 12), ella refiere al hecho de que el protagonista pudo soportar ir a la guerra (de formar parte de ella) pero no soporta hacer de cuenta que no estuvo allí, y creo que esto es lo que se ve demostrado en el desenlace del cuento. El protagonista acaba repentinamente con su vida.
Russo, además hace una analogía con este cuento de Salinger y los sucesos ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, como para darle una mayor vigencia al cuento y define que “el mundo entero-para los norteamericanos- es un pozo lleno de bananas.”
Las dos historias de este cuento se identifican fácilmente, por un lado tenemos el viaje de esta pareja, y por otro, los acontecimientos relacionados con la guerra que involucran a uno de éstos personajes.

viernes, 24 de octubre de 2008

Cuento hecho en clase

Consigna: a partir de 4 papelitos que contienen a) un nombre, b)una fecha, c)un lugar y d)el fragmento de una canción, elegidos azarosamente, escribir un cuento.

a)Ricardo Enrique Bochini
b)1832
c)Parque Lezama
d)"...baila como un terremoto, su cintura me hace temblar,tiene un filin que me vuelve loco,yo no me puedo controlar. No la dejes ir, no la dejes ir ¿por qué?, te lo digo yo
¿quién es? Violeta, y se lleva mi corazón..."

Era una tarde en que el sol estaba que pelaba, ardía, eso parecía no importarle a Ricardo Enrique Bochini, que se encontraba en Parque Lezama jugando al fútbol como en sus épocas gloriosas, pero esta vez junto con su pequeño sobrino al que solían llamarle el colorado.
El colorado empezó a notar que algo andaba mal, su tío estaba como fuera de sí, le había empezado a gritar a una bandada de palomas que sobrevolaba un árbol ombú, y ya casi no le prestaba atención al partido, después cantaba una canción: "...baila como un terremoto, su cintura me hace temblar, tiene un filin que me vuelve loco, yo no me puedo controlar. No la dejes ir, no la dejes ir ¿por qué?, te lo digo yo
¿quién es? Violeta, y se lleva mi corazón...", y lo peor era ese pasito que hacía que mejor no recordarlo.
En las semanas siguientes ya Bochini dejó definitivamente de jugar a la pelota con su sobrino, nos contaba un vecino de Avelleneda que en aquellos tiempos, estaba encerrado en el garage de su casa, que solamente hablaba con su esposa para que le alcance la comida, y que estaba trabajando en un importante experimento.
Su esposa estaba completamente indignada, la relación con él, ya venía mal, desde que Ricardo no hacía otra cosa que ver la saga completa de “Volver al futuro” y comer pickles, con lo del garage la situación ya no tuvo retorno.
Lo que nadie sabía es que Bochini, desde ese oscuro lugar, desde el garage, estaba trabajando en un gran avance para la humanidad, Bochini estaba trabajando en la máquina del tiempo. A través de un Renault 6 con algunos problemas de chapa y pintura, intentaba emular las hazañas que había conocido en la película con el famoso “Delorean”.
Finalmente, llegó el día en que el gran invento estaba listo, Bochini planeaba viajar al año 1832, nunca nadie supo bien porque eligió ese año en particular.
Una vez allí, deseaba conocer como era Avellaneda en aquel entonces, pero un error de la máquina lo condujo hacía la selvática zona de las amazonas.
Estaba desesperado, debía enfrentarse con animales salvajes, y en esa desesperación mató a un tigre que estaba dispuesto a atacarlo, fueron solamente 15 minutos los que Bochini vivió en las Amazonas, enseguida emprendió su regreso a Avellaneda.
Cuando llegó a su casa, esperaba encontrar todo en su lugar, sin embargo algo había cambiado, su esposa, sus hijos, su sobrino, todos estaban a salvo, pero algo andaba mal, y al mirar la camiseta de Independiente advirtió que ninguna de las estrellas que indicaban los títulos del club estaba allí, Independiente nunca había sido campeón, Independiente había dejado de existir.



Fotografía de Ricardo Bochini

domingo, 19 de octubre de 2008

Leyendo a Carver (a través de Piglia)

Para comenzar a trabajar en este ejercicio de lectura, mediante el cual utilizaré los recursos que presenta Ricardo Piglia para caracterizar al cuento en sí, partiré de la premisa de que las historias que escribe Carver son: historias cortas, cotidianas, y que pueden carecer de algún tipo de tensión a lo largo de su desarrollo.
En su cuento ¿Por qué no bailáis?, el autor comienza su escena primera en tercera persona, pero en todo momento se nota que el hilo del cuento mismo está centrado desde su propio punto de vista. Siguiendo lo que nos ofrece Piglia, para hacer un seguimiento de ésta y de cualquier otra historia, este autos nos explica que en el género narrativo (cuento moderno), cuenta dentro de un mismo relato, dos historias. Una de forma lineal, y la otra fragmentada. La más fácil de identificar es la lineal, mientras que la fragmentada puede permanecer oculta hasta el final del relato. La historia dos, es el tema profundo del cuento, en paralelo, encontramos en la historia de Carver una fiel muestra de ello. Tenemos estas dos historias que nos menciona Piglia, las podemos identificar. Ahora bien, puede resultarnos bastante dificultoso el hecho de identificar cual es cual, siendo un cuento con las características que resaltan a Carver como escritor, que es el hecho de escribir relatos breves. Reconozco al leerlo, dos historias que se cruzan, pero si reconozco esto, en verdad me estoy refiriendo a lo anecdótico del relato, y no a las historias en sí mismas. Vuelvo a leerlo, encuentro esta vez las dos historias, creo que acierto en ello, puesto que las puedo leer en paralelo. Todo el tiempo en el relato, se juega con contrastes, por un lado tenemos un comienzo de relato en donde se nota que alguien se ha quedado solo, observa sus muebles, ha habido una especie de ruptura (podemos llamarlo así), y a esto se le opone el hecho de que lo que sucede luego tiene como protagonistas a una pareja, se muestra entonces la soledad y la compañía por un mismo sendero, que por momentos lleva a la confusión de los personajes. Luego tenemos una tensión en el medio, en donde no se comprenden las intenciones verdaderas de los personajes, donde no actúan de modo “normal”, pero en el fondo interactúan de modo tal que logran comprenderse. El desenlace del cuento es aquello que tal vez cueste más hallarle un sentido, puesto que no se comprende del todo a quién le habla el personaje (si a un grupo de amigos, a un grupo de desconocidos… a todo el mundo), es un diálogo abierto a la interpretación del lector, tal vez para poder buscarle un cierre propio a la historia, aunque también, por otro lado, ya tenga dicho cierre.

Pequeñas tarjetas de escritor

“La literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”
(Rodolfo Walsh)


“Evidentemente si queremos calificar el modo de escritura o la tentativa que hay en el modo de escritura hacia un uso ampliado de la palabra, es decir, una amplificación de los recursos hacia un lenguaje; si quisiéramos calificarlo de algún modo épico que es lícito usar en el sentido de que las anécdotas y el medio son muy pequeños y entonces vos podés usar un lenguaje grandioso y grandilocuente para historias de chicos que no me lo permitiría quizá si tuviera que escribir una historia épica, entonces tal vez usaría un lenguaje muy reducido.”

(Rodolfo Walsh, en una entrevista concedida a Ricardo Piglia)


"Tú no eres tus personajes, pero tus personajes sí son tú".
(Raymond Carver)


“Cualquier gran escritor, o simplemente buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especificidad. Tal cosa es consustancial al estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro.”
(Raymond Carver)


"Narrar es narrar en un ritmo, en una respiración de lenguaje: cuando uno tiene esa música la anécdota funciona sola, se transforma, se ramifica.”
(Ricardo Piglia)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Autoevaluación de mediados de cuatrimestre...

Llegamos a la mitad del cuatrimestre, pero en este caso, con la certeza de que esta no será una de esas cosas que quedan a la mitad, quedan aún varios pasos para dar, pero es un momento oportuno paara hacer un pequeño balance.
Al comenzar el cuatrimestre todavía estaba como con un bolso en la mano, a la espera del viaje que me depararía la escritura y hoy me encuentro en pleno viaje,con el camino al que quiero llegar más claro, aunque aún con algunos interrogantes por resolver.
Me di cuenta que la práctica constante es también parte fundamental del proceso de escritura, no todo es mera inspiración.

"La escritura es un avance laborioso a través de la propia estupidez" y "ese violento oficio de escribir" (Rodolfo Walsh). Despues de todo, eso es la escritura: labor, oficio, y en último lugar, eso que llamamos inspiración.

Desde la experiencia personal, el haber elaborado una entrevista, y una crónica que se desprendía de ésta, fue un hecho que llevó mucho trabajo, y me llevó a comprender la importancia del "otro" dentro de la propia escritura. No habría escritura si no hubiese de quién escribir. Esta participación ( a veces voluntaria y a veces no) de esos otros personajes que uno incluye en sus relatos, entrevistas, crónicas, cuentos, es aquello que le da sentido a lo que se escribe (sea cual sea ese formato).
Observé también hasta el momento en la cursada, que tratamos mucho la noción de "tiempo" en todos los textos que leímos, de esta temporalidad en la que los sucesos ocurren, y pasan a transformarse en un hecho que queda plasmado en el relato. El tiempo les marca un sentido u otro, una manera de posicionarse ante lo que ocurre. Quién está presente frente al tiempo, es aquel que lo puede contar, describir, modificar, hasta transformarlo en un ingrediente más del relato.

martes, 14 de octubre de 2008

Cuando las manos atadas equivalen al silencio

Tienen entre 2 y 18 años. Padecen de sordera (imposibilidad de percibir ruidos exteriores) e hipoacusia (disminución de la agudeza auditiva). Pasan jornadas de ocho horas diarias dentro del establecimiento de Educación Especial nº 505 de Quilmes. Allí, un grupo de docentes trabaja junto a ellos para lograr que puedan expresarse, y fundamentalmente que logren comunicarse. Retratos de esta pequeña comunidad aturdida por ruidos que trascienden lo auditivo.

Crónica (I parte)

Después de la vista, el oído es el que proporciona al cerebro la mayoría de la información sobre el mundo exterior. Pensémonos por unos instantes a nosotros mismos sin la capacidad de oír, imaginémonos que por un día nos hallamos (sujetos) o limitados a comunicarnos íntegramente con lengua de señas, cuánto aprenderíamos acerca de esta disciplina, la cual le abre una puerta a la inserción en la sociedad de muchos individuos.

Alan Curtis, licenciado en Ciencias de la Comunicación y músico experimental, se acercó hace ya unos meses a dar una clase especial en el contexto del seminario de crítica cultural contemporánea en la Universidad de Quilmes, para mostrar parte de su trabajo musical y charlar un poco sobre su especialidad en trabajos con personas con discapacidades, durante la charla hizo referencia al hecho de que la “normalidad” de los individuos no es más que un concepto socialmente fabricado, que se ve representado en las diferentes épocas, y que por otra parte, el concepto de “discapacidad” se construía como una oposición al de “normalidad”, y que las diferencias entre personas son las que enriquecen todo proceso social, y por ello, no puede existir en una sociedad una persona más “normal” que otra. Éste es un buen punto de partida para plantearnos que, tanto la sordera como la hipoacusia, son enfermedades, y que quiénes las sufren, pueden sentirse marginados por una sociedad que los considere “diferentes”, y en donde la “normalidad” (desgraciadamente) parece estar más allegada a la discriminación que a una verdadera integración.

Son las 9 de la mañana y, el camino que me condujo hasta la escuela de Educación Especial nº505 para chicos sordos e hipoacúsicos, se vio minado de inquietudes, dudas, y pensamientos que no logré disipar fácilmente. Ya había estado en este lugar, con motivo de realizar una entrevista, ahora la cuestión era otra, y hasta podía tornarse un desafío personal, el hecho era que ya estaba allí, parada frente a esa gran puerta de madera nuevamente, en donde (otra vez) tardarían en atenderme, era una sensación como de deja vú constante y por un momento me preguntaba si acaso tiempo y espacio no me estarían jugando una mala pasada.
Ya crucé al interior de la escuela, por unas horas tendré que dejar ciertas cotidianidades propias y sumergirme lo más que pueda en este campo. Observo que, pese a que ya estuve allí antes, todo permanece exacto, sin cambios, sin movimientos. La sala con pisos de madera que conecta, (escalera mediante) los pisos de arriba con el patio y con la cocina-comedor, se encuentra vacía. El silencio vuelve a ser protagonista aquí. Ese clima resulta tan calmo, tan envolvente, que por un momento no tengo la necesidad de hablar, ni de pronunciar el más mínimo sonido.
Me encuentro con la directora del lugar, Sandra (a quién ya tuve el agrado de conocer), ella me invita a pasar a una de las aulas en donde se está dictando una clase de lengua oral, y en donde se encuentran chicos de aproximadamente 12 años (minutos más tarde la profesora me corregirá al decirme que son chicos de 14 y 15 años) reunidos en dos grandes grupos. La profesora me aclara, que por estar yo ahí presente, romperá con el lenguaje de señas habitual, y le agregará a esto un poco de habla (para hacerme más amena la clase dirá ella). Me llama la atención la facilidad con la que lleva adelante esta clase, (obviamente que ya está acostumbrada) parece que les diera las indicaciones justas para que los chicos comiencen a interactuar entre ellos. Es una clase de 40 minutos, en donde nadie tiene apuro por irse. Uno de los chicos parece inquietado con mi presencia, y parece preguntarle algo a la profesora (quién para estas alturas dejaré de llamar así, para hacerlo con su nombre de pila, Adriana), el nene no me quita la mirada de encima, pero ahora no ya con recelo o miedo, sino con simpatía, como queriéndome mostrar lo que hacen en su clase, él y sus compañeros. Cuando estoy por retirarme, la profesora les pide que (mediante su lenguaje de señas) me digan algo, que primeramente no logro entender, pero que con la ayuda de Sandra (quién permanece en el aula junto a mi hasta que me vaya) logro comprender que significan sus señas, entonces trato de agradecerles, pero como no sé cómo hacerlo, Sandra me ayuda con sus manos a formar con las mías, ciertos direccionamientos de los dedos, reconozco que para mi es completamente desconocido el mundo de las señas.

Crónica (parte II)

Aguardo varios minutos para poder ingresar a otra clase, en este caso de plástica. El profesor que dicta el curso lo hace de modo voluntario, y me muestra con orgullo los trabajos que realizan con los chicos, y al preguntarle por qué se interesa en el tema y en estos chicos, él me dice que la gente, por lo general, se preocupa por aprender idiomas que le abran las puertas al mundo, y no tanto (ya que no hay demasiados docentes especializados en sordera e hipoacusia, en comparación con la cantidad de gente que padece esto) por aprender este lenguaje de señas que le abre las puertas también hacia un mundo, sólo que más pequeño. Tengo que aguardar ahora otro rato largo para pasar al comedor, en donde, por grupos de 25 chicos (debido a las dimensiones del lugar) ingresan a almorzar. Otro grupo más reducido se sitúa en la puerta de salida, sin formar, pero frente a la puerta. Ellos no cumplen la jornada completa, y aguardan que algún familiar los venga a buscar. Es curioso que no encuentre testimonio de ningún familiar, porque aquellos que se presentan, vienen, tocan timbre, retiran a los chicos y se van, algunos ni siquiera saludan a la auxiliar que los atiende. Como si el tiempo les jugara una carrera mortal. Indago acerca de esto con Sandra, y ella me responde sin palabras, sólo alzando un poco los hombros y haciendo una mueca con sus labios. Luego sí, me explicará que algunos padres (aquellos que no dejan a los chicos todo el día en la escuela) no aceptan del todo que su hijo sufre una discapacidad, y por ello tampoco se los dejan en los dos turnos, porque consideran que para que lleven una vida normal deben cumplir con las horas normales de un turno de escuela (alrededor de 4 ó 5) y luego irse a sus casas. Sandra muestra cierto rasgo de antipatía para con esta postura, porque considera que permanecer en la escuela un largo rato, participar de los talleres, concurrir a las clases educación física, es todo eso lo que les hace tener una vida normal.

Tal como me había comentado Sandra, la escuela tiene ciertos convenios con escuelas de educación media, para que, cuando alguno de los chicos progresa mucho en cuanto a aprendizaje, pase a cumplir media jornada en otra escuela, compartiendo así un ciclo lectivo en ambas escuelas. Las experiencias hasta el momento, han sido positivas, aunque siempre aparece algún caso en donde el chico logra integrarse y adaptarse al ritmo de aprendizaje, pero no en torno a lo social, a sus compañeros. Es frecuente que en un primer momento lleguen a discriminarlo, a no tener para con el chico nada de compañerismo, pero afortunadamente esto es pasajero. No lo es, sin embargo, en el ámbito general de la sociedad en la que vivimos, en donde (refiere Sandra) es común apartar a alguien con discapacidad, o señalarlo con el dedo, (que irónico suena esto, señalando con el dedo a un alguien sordo, le está haciendo una seña que él debe conocer a la perfección, y que también entiende de ese modo).

Crónica (última parte)

Las auxiliares rápidamente levantan los platos y vasos plásticos extendidos a lo largo de dos grandes mesas de madera, y colocan otros limpios, en diez minutos entrará el otro grupo a almorzar. Y finalmente dentro de una hora, el último grupo. La hora de la merienda comprende el mismo sistema de grupos, y cuando sale de aquí el último grupo de chicos, es indicio de que la jornada está por acabar. Pero antes de que esto suceda, me encuentro en el patio interno (y único) de la escuela, en donde la escalera de madera me sigue pareciendo tenebrosa, aunque sepa que no debo tenerle miedo. Desde allí se oyen las conversaciones que tienen las auxiliares en la cocina, que en lugar de ser algo personal, o algún rumor de la farándula, es acerca de los chicos.
Algo así como “hoy no vino tal”… o “no comió casi nada”…. . Me acerco a una de ellas (son cuatro, todas mujeres de más de 45 años) y le pregunto sobre lo que hablaban. Llama mi atención –le digo- que se refieran a los chicos, aún cuando no están en el comedor. Ella me responde que el vínculo que hay con cada chico es muy fuerte. A algunos los conocen de más de 15 años, otros no tanto, pero se encariñan de la misma manera. Ven a estos chicos más horas tal vez de las que ven a sus propios hijos al llegar a sus hogares, porque tres de ellas se quedan aún dos horas más de finalizada la jornada, para ordenar todo para el día siguiente. -Es una linda labor- refiere una de ellas que está más atrás, sentada en una de las mesas grandes. Yo hace más de 20 años que estoy acá, y no dejaría de hacer lo que hago –dice Marta- que se halla parada un poco más adelante. La cosa va más allá de cumplir un horario de trabajo, noto que cada persona siente un compromiso importante y se vincula afectivamente con los chicos, y empiezo a entender que ese afecto también es parte del aprendizaje.

Comienzan los ruidos provenientes de la escalera, de forma lenta (y ordenada) empiezan a salir de sus aulas los chicos, y se dirigen casi como un embudo (así también define Sandra la hora de salida) a la escalera de madera. Ellos no le tienen miedo como yo. Arman varias filas, uno tras otro, con sus guardapolvos blancos y sus grandes mochilas. Algunos todavía no bajan, entonces una auxiliar hace un recorrido por las dos plantas que conforman la escuela para traer así a todos los chicos a la formación que indica el final del día escolar para ellos. Mañana será otro día, quizás parecido al de hoy, pero con algo completamente distinto donde cada paso que elijan dar les marcará un nuevo camino, cada baldosa que pisen es un nuevo camino.

Antes de retirarme, observo que Sandra se acerca caminando hacia mi, siempre tranquila, con su guardapolvo blanco, una sonrisa cómplice y un prendedor distintivo de la escuela que lleva orgullosamente en la solapa de su camisa. Trae en su mano izquierda un papel, me mira, se despide amablemente y me da el papel, no se porqué no lo abriré hasta no estar ya de vuelta hacia mi casa, tal vez por vergüenza o por simple azoramiento. Descubro luego, que es un folleto del lenguaje de señas, de esos que reparten a veces en los trenes quiénes padecen sordera, pidiendo una colaboración. Entendí que mi colaboración era contar esta historia.


Reflexión

Todo el tiempo se nota en juego las nociones de “normalidad” y “no normalidad”, tanto de parte de los padres como mismo de los directivos de la escuela, lo que cambia es su concepto de normalidad, este concepto que difiere para ambos. Por un lado los padres que no los llevan al otro turno de la escuela porque creen que eso no es normal, por otra parte la directora de la escuela que cree todo lo contrario, que sí tienen que ir, porque ir es normal. Se da entonces, un juego dialéctico entre estos conceptos, en lugar de aceptar simplemente que se puede construir un espacio diferente, porque todos somos diferentes. En este caso, los chicos sienten ese juego (de tironeo) que se da, y en cierto punto, y paradójicamente los aturden.

Un dato importante

Existe en esta escuela, y en casi todas las existentes en la provincia, una gran dificultad respecto a los audífonos que utilizan los chicos, dado que más del 70% de los chicos no los utiliza por una cuestión económica, sus familias no pueden acceder a comprar los aparatos. Existen leyes (que no se cumplen) para regularizar esta situación, y obligan a la provisión de estos dispositivos en los casos que sean necesarios. Según especialista, la falta de audífonos puede comprometer el desarrollo cognitivo y afectivo de los chicos. Uno piensa que si los chicos asisten a un establecimiento con estas características, lo mínimo que tienen que tener es el equipamiento, que se les brinden los aparatos necesarios para un mejor aprendizaje.

domingo, 12 de octubre de 2008

Crónica de un compañero (Martín Barni)

“No todo lo que brilla es dorado”

Esta crónica abarca un tema perteneciente a nuestra historia como país, que si bien ha sido abordado en su momento, parece ahora estar un poco olvidado. Esta dualidad que presenta entre lo oficial y lo social es exacta. El ingrediente de la corrupción, el olvido, la marginación y todo eso que de cierto modo nos caracteriza como argentinos, se hacen más que presentes aquí. Un relato que apunta siempre a un mismo destino, que ofrece evidencias previas de lo que va a suceder pocas páginas después, y que muestra este diálogo (ida y vuelta) utilizado eficazmente como herramienta para narrar el hecho.
La malversación de terrenos es lo que lleva como punto o eje central esta crónica, pero no la de cualquier tierra sino la de la correspondiente a los ex combatientes de las islas. Juego de intereses entre los que más tienen, que siempre son los que más quieren tener, en este caso, perjudicando a otros.
Aparece por parte de Martín, cierta compasión por aquel excombatiente, aunque me cuesta distinguir si es compasión o indignación, puede que ambos sentimientos se le mezclen y lo lleven a la conclusión de la crónica, que me parece más que oportuna, ese juego de preguntas y respuestas cortas que marcan el destino final de las cosas, en este caso el de los que no cumplen legalmente con los requisitos para obtener su casa propia, pero a quiénes tampoco (gracias a la corrupción nuestra de cada día, que como marca Martín existe hasta por debajo de la alfombra) se les vendrá a quitar este beneficio, porque pertenecemos al país que ve pero que calla.
Se nota que la posición de Martín como cronista es la de querer saber siempre un poquito más, muy observador, muy detallista y muy pensador, así se refleja en su propia crónica.

Reflexión sobre el género crónica

Particularmente, y luego del trabajo realizado, definiría el término crónica como la capacidad de un individuo de contar de un modo diferente acontecimientos peculiares que rondan en torno a un tema determinado (mediante un par de páginas escritas). Algo así como contar un pedacito de historia, narrarla con muchos detalles y llegando a esos rincones en donde tal vez, el ojo humano no se detiene a observar.
Los distintos cronistas de “La Argentina crónica” dan una aproximación bastante cercana respecto a la noción de crónica, siendo que para el diccionario, significa: relaciones de acontecimientos históricos en que se observa el orden de los tiempos, y cuyo objeto es la simple consignación. En su mayoría coinciden con los fines que posee la crónica misma, y hasta alguno que otro remarca el hecho de que frente a la oportunidad de escribir una buena crónica, no hay límites.
Ulibarri, mediante un modo más estructurado, me deja la sensación de querer explicar (a quién lee) una receta de cocina, en donde el plato principal es justamente la crónica. Ofrece todos los pasos (o ingredientes) que se pueden usar para la realización de una buena y entendible crónica (recursos, modos). Nos marca (y siguiendo en términos de gastronomía para ejemplificarlo) como utilizar el material que tenemos todo por separado, para unirlo luego y obtener una “rica” crónica. Si bien su texto puede resultar por momentos metódico, me parece que da las instrucciones precisas, y los pasos exactos que desembocaran en una óptima crónica.

martes, 7 de octubre de 2008

Diario de escritor

Una de las complicaciones que se me ha ido presentando a lo largo del trabajo de campo realizado para la crónica, (como a muchos debe pasarle) es el hecho de saber exactamente (o por lo menos tener una mayor aproximación) qué cosas van en la crónica, y cuáles puedo descartar. Si bien, en la crónica se busca tener una arista diferente (así como lo planteaba la entrevista) acerca del tema, algo así como una visión particular y desconocida del tema en cuestión, el problema que me surge a mí es si esta arista no la haré demasiado comlpeja, con mucha información, en donde quién la lea por momentos se pierda, o no entienda bien cuál es el tema de la crónica, cuál es el problema que se presenta, y de hecho si tiene un final feliz (por así decirlo) esta crónica. Saliendo un poco de la parte en donde se centra el mayor contenido (de información, de la experiencia personal de haberse situado en un lugar y querer contar algo), surge otra cuestión que me está resultando bastante tediosa, y es el hecho de buscarle un buen cierre a la crónica; si bien el cierre debería ser lo último en lo que debería poner mi preocupación, para mi es de las primeras cosas que debo solucionar, y reflexionar acerca de qué tipo de cierre hacer, si dejarlo "abierto" (por así decirlo), si poner una opinión personal, si dar un mensaje del tipo de "pedido de algo" o simplemente dejar que la experiencia me brinde el mejor final posible.

sábado, 4 de octubre de 2008

Caparrós. El Interior. Misiones

Descripción minuciosa de la provincia de Misiones y su gente. Caparrós busca adentrarse hasta lo más inhóspito de la selva misionera, en búsqueda de la identidad del sitio. Marca la unicidad de las costumbres del lugar, como un tesoro preciado. Parte de ser argentino (dice Caparrós) es tomar mate, casi como un rito que nos identifica.
Se adentra cada vez más en el interior de la provincia. Ya se va notando aquí una temporalidad en el relato, un movimiento constante que ofrece el autor, algo así como un “diario de viajes” o una “hoja de ruta”. Pueblo tras pueblo, va rescatando los perfiles de su gente, y en algunos casos (como Oberá) deja retratado el deseo de lo que pudo haber sido y no fue, algo así como el anhelo perdido del progreso. Misiones para el autor, posee todos los verdes posibles. El diálogo con quiénes se van cruzando en su camino, a veces se torna dificultoso. La lluvia como cortina de este escenario misionero, estará presente unos días, lo que complicará por momentos, el camino de Caparrós. Recorre Apóstoles-San Pedro, Bernardo de Yrigoyen-Andresito, Cataratas (sitio predilecto de muchos turistas que lucen sus caras zapatillas), Puerto Iguazú (en donde se muestran problemáticas sociales, que son de público conocimiento, pero que el autor logra recalcar adecuadamente, como el hecho de que una madre pueda llegar a prostituir a su hija de diez años, o lo ilegal del imaginario que gira en torno a la Triple Frontera); El Dorado-San Ignacio (en donde se narra la historia de Julián Acuña, un niño guaraní al que, los jefes de su tribu, no permitían que la “medicina del blanco” lo tratase), y finalmente Posadas (que se ilustra desde un mito lugareño, el del pompero, hasta la elección sexual de una joven, la cual no decide expresar su amos a los gritos por la calle, porque sabe que el pueblo la señalará y le dará la espalda. A Caparrós le alcanza con aquello que “ve”, que aparece frente a sí, en el tiempo y espacio justos. Para armar su relato, considera que el mejor modo para contar una historia, es no hurgando demasiado en ella. Puesto que esto haría que se vuelva al punto de partida y a lo superficial de las cosas.
Retrato pueblo a pueblo, en donde se confrontan la realidad que allí viven los personajes que aparecen (y los que no), y sus respectivas historias de vida, porque todos tienen algo que contar allí, sólo necesitan encontrar a alguien que los quiera escuchar.

Mi amigo el puma

Se desarrolla en la provincia de Santa Cruz, en donde los protagonistas son los pumas, aunque no sólo ellos se llevan todos los focos de atención, sino que también se hace referencia a otras actividades que se pueden realizar allí en el sur argentino. El comercio y la naturaleza van de la mano aquí, guías y turistas también. No hay negocio si no hay quién ponga el dinero, y… ¿quién mejor que un turista para esto?.
Descripción de las costumbres, los negocios y las aventuras de dos grupos de personas que se hallan separados por una barrera, esencialmente, económica.

Y parirás con dolor...

Relata la historia de Romina Tejerina, una joven jujeña, que tras ser víctima de una violación, intenta abortar; y al no conseguirlo, parió a su hija en el baño de su casa y la apuñaló. Romina hoy está presa, porque la justicia de Jujuy así lo dictaminó. Y, lejos de interesarle lo que la sociedad piense de ella, se preocupa por cuestiones meramente banales de una adolescencia que se esfumó.
Es una crónica intensa, primero por lo horroroso del hecho mismo, y luego porque abarca muchos testimonios, muchas miradas acerca de lo ocurrido, de modo tal, que el lector pueda ir sacando sus propias conclusiones. Un relato que cuenta también con los prejuicios que produce una sociedad y con la justicia, que en algunos casos, tarda en llegar. Las vivencias de la protagonista desde la cárcel, siempre permiten ver a una Romina despreocupada y desinteresada de su alrededor (esto se nota desde el principio de la crónica, hasta sus días en la cárcel). Romina se sigue aferrando, tal vez como su única identidad, a esa adolescente que fue y que nunca quiso abandonar. Cuando la cronista llega a entrevistarla, nos deja la sensación de que está entrevistando a otro personaje involucrado en la historia, pero no a Romina. Ella cuenta lo poco que recuerdan, aunque siempre parece que quisiera desligarse de lo cometido, y buscara atribuírselo a otra persona. Marcada por la mirada acrítica de una sociedad que ya la condenó (porque no sólo lo hizo la justicia), Romina pasa sus días tras las rejas.

Fotografía de Romina Tejerina

El turismo menos pensado (de Julián Gordescher)

Relata la experiencia de un grupo de turistas que no son guiados a visitar lugares típicos de la city porteña, como lo “chic” de Puerto Madero, la famosa calle Florida, o el Jardín Zoológico, sino que visitan lugares en donde la presencia de travestis abarca toda la planilla nocturna del tour. Allí ríen, se divierten, se enojan, se pelean, vuelven a reír, comparten y se interesan por este sector que ya paso a formar parte de la cultura argentina, aunque todavía se siga marginando en muchos aspectos. Una travesía que posee toda clase de momentos, y en dónde se le da mucho lugar a la palabra de los travestis, mostrando lo que piensan, como se ven ellos mismos y cómo son representados. Como cierre del paseo, se ofrece una visita al rosedal de Palermo, en donde se ve una barrera, aunque casi banal, entre esos turistas que viajan en una combi, sin muchas preocupaciones, y esos travestis que se hallan situados en las banquinas, simpáticos, ocurrentes, y siempre con algo para decir.

Fotografía de David Bowie, artista que jugó durante toda su trayectoria con la imagen de trans-género.

Reflexión acerca de las diferencias del periodista y del etnógrafo

El cronista/periodista, generalmente trabaja con voces de otros para elaborar sus entrevistas, sus crónicas. El etnógrafo es un modelo interesante para el acercamiento que hace el periodista para con esos otros, dado que es éste quien se especializa en esa descripción exhaustiva de las costumbres y tradiciones de los pueblos. En la crónica, la descripción es una herramienta fundamental, quizás el etnógrafo se acerca con mayor objetividad al otro, se limita solamente describirlo (mientras que el cronista se mete dentro de la historia que está contando sobre ese otro). El cronista toma la voz del otro, no necesariamente para describir las características de un pueblo, sino que esto es sólo un fin que le permite abordar distintas problemáticas, tal es el caso de la crónica publicada en “La Argentina Crónica", titulada “No tan Buenos Aires”, en donde quién cuenta el hecho, usa las voces o testimonios de los otros, no para hablar sobre ellos en tanto pueblo o costumbres, sino para dejar entrever la problemática de contaminación existente en la zona de Dock Sud.