Relata la historia de Romina Tejerina, una joven jujeña, que tras ser víctima de una violación, intenta abortar; y al no conseguirlo, parió a su hija en el baño de su casa y la apuñaló. Romina hoy está presa, porque la justicia de Jujuy así lo dictaminó. Y, lejos de interesarle lo que la sociedad piense de ella, se preocupa por cuestiones meramente banales de una adolescencia que se esfumó.
Es una crónica intensa, primero por lo horroroso del hecho mismo, y luego porque abarca muchos testimonios, muchas miradas acerca de lo ocurrido, de modo tal, que el lector pueda ir sacando sus propias conclusiones. Un relato que cuenta también con los prejuicios que produce una sociedad y con la justicia, que en algunos casos, tarda en llegar. Las vivencias de la protagonista desde la cárcel, siempre permiten ver a una Romina despreocupada y desinteresada de su alrededor (esto se nota desde el principio de la crónica, hasta sus días en la cárcel). Romina se sigue aferrando, tal vez como su única identidad, a esa adolescente que fue y que nunca quiso abandonar. Cuando la cronista llega a entrevistarla, nos deja la sensación de que está entrevistando a otro personaje involucrado en la historia, pero no a Romina. Ella cuenta lo poco que recuerdan, aunque siempre parece que quisiera desligarse de lo cometido, y buscara atribuírselo a otra persona. Marcada por la mirada acrítica de una sociedad que ya la condenó (porque no sólo lo hizo la justicia), Romina pasa sus días tras las rejas.
Es una crónica intensa, primero por lo horroroso del hecho mismo, y luego porque abarca muchos testimonios, muchas miradas acerca de lo ocurrido, de modo tal, que el lector pueda ir sacando sus propias conclusiones. Un relato que cuenta también con los prejuicios que produce una sociedad y con la justicia, que en algunos casos, tarda en llegar. Las vivencias de la protagonista desde la cárcel, siempre permiten ver a una Romina despreocupada y desinteresada de su alrededor (esto se nota desde el principio de la crónica, hasta sus días en la cárcel). Romina se sigue aferrando, tal vez como su única identidad, a esa adolescente que fue y que nunca quiso abandonar. Cuando la cronista llega a entrevistarla, nos deja la sensación de que está entrevistando a otro personaje involucrado en la historia, pero no a Romina. Ella cuenta lo poco que recuerdan, aunque siempre parece que quisiera desligarse de lo cometido, y buscara atribuírselo a otra persona. Marcada por la mirada acrítica de una sociedad que ya la condenó (porque no sólo lo hizo la justicia), Romina pasa sus días tras las rejas.
Fotografía de Romina Tejerina
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