martes, 9 de septiembre de 2008

"Quien se hace una pregunta, ha de trabajar para responderla"

La imperceptible barrera entre escuchar y ver

Son las cuatro de la tarde y me dirijo hacia la esquina de Vicente López y Tucumán, en el distrito de Quilmes. Estoy frente a la escuela nº505 de chicos sordos e hipoacúsicos, llegué hasta aquí por una amiga que me habló del lugar. Toco timbre y aguardo, aparece rápidamente una señora rubia de aspecto cansado en el rostro, me presento, le comento el motivo de mi visita y ella me recomienda volver una hora más tarde para concertar mi entrevista, dado que es la hora de la merienda en la escuela y sería un poco caótico irrumpir en este momento. Acceso a regresar más tarde, y cuando me voy alejando, mientras observo por una de las ventanas de la escuela que da hacia la vereda como un grupo numerosos de chicos están sentados (y algunos pasados) alrededor de una mesa, mientras esperan que les sirvan la merienda. Sólo oigo la voz de una mujer que le pide a otra que le acerque una jarra con mate cocido. Es una imagen que me quedó muy presente, aún en este momento, por lo paradójica que resulta el hecho de que haya mucho movimiento y poco ruido.
Una hora más tarde me dispongo a volver a la escuela, esta vez la espera en la puerta se hace más larga, y una vez dentro del lugar la situación no varía mucho. Desde mi posición se observan dos puertas además de la de entrada, una es del comedor (deduzco por la ubicación que tiene y que la ventana que observé primeramente pertenece a este cuarto) y la otra es de la cocina, porque un cartel así lo indica. También tengo frente a mi una escalera de madera que a primera vista me da una sensación tenebrosa por recordarme tal vez alguna película de terror, pero velozmente esa sensación se va, cuando se acerca (bajando por esa misma escalera) hacia mi una mujer con guardapolvo blanco, cabello castaño, de mediana estatura y con un prendedor en la solapa del guardapolvo que me indica su nombre: Sandra. Ella es la directora de la
escuela nº505, se presenta ante mi de ese modo, me pregunta el motivo de mi presencia, y me invita dulcemente a seguirla por la escalera hasta la oficina de dirección. Una vez allí, tendré la sensación de, por unos momentos, volver a la escuela primaria.

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