Estas historias mínimas de japoneses comunes (digo comunes, porque carecen de alguna característica peculiar) ponen a Walsh en el compromiso de saber transmitirnos sus desesperanzas, sus desventuras, sus sueños no logrados, y hasta sus miserias. Y recalcarnos al mismo tiempo, rasgos que son propios de su cultura oriental.
El tiempo en donde comienza a narrarse “Kimonos...” es una época no muy bueno para la historia argentina en general (se produce el derrocamiento del gobierno de Perón, golpe militar mediante) y creo yo que lo que pasaba más al sur de Misiones no queda al margen de lo que les sucedía a estas familias, las cuales tras el anhelo de una vida mejor, dejaron todo y comenzaron de nuevo en nuestro país. Tiempos mejores son con los que soñaba por aquellos años esta gente, y tiempos difíciles fueron los que en su mayoría enfrentaron. Walsh, para más que nada ubicar al lector en los sucesos, o mejor dicho en el suceso, de modo tal que pueda entenderse tras un orden lo que ocurre, utiliza una mezcla de tiempos verbales, los cuales sirven de herramientas. Lo cierto es que cuando uno lee el texto en el tiempo en que transcurre la historia, durante esos minutos que lo lee, permanece situado allí, sin percatarse quizás, y sin importar que haya ocurrido hace 25 ó 30 años.

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