Ese fin del mundo al que refiere el título, es nada más ni nada menos que nuestra patagonia. Los cercas y alambrados que indican que ya no pertenecen a una comunidad, o que son una reserva o patrimonio natural, sino que tienen nombre y apellido, son tierras de fulano. Resulta ser que esos fulanos, obviamente que muy adinerados para poder adquirir nuestras tierras, son gente importante del exterior, algunos vienen de Norteamérica, otros de Europa. Son buenos vecinos, aunque mucho no se los ve merodeando por los centros de las localidades. Son más bien personajes de bajo perfil, que pasan temporadas enteras dentro de sus mega-chacras, invitando a sus amigos a comer esos famosos asados argentinos, practicando diversos deportes, también acuáticos, porque no hay que olvidar que no sólo son dueños de tierras sino que también ( aunque no de un modo específico) lo son de los lagos, arroyo, o cualquier otro tipo de río que se sitúe dentro de los límites de su propiedad. Se podría decirse, como solía decirse cuando los inmigrantes llegaban en barco a nuestro país hace unos largos años atrás, que éstos hombres vienen a “hacerse la América”, aunque esto podría reducirse y ser cambiado por“hacerse (o comprarse) la Argentina”. Las débiles políticas argentinas acerca de la protección de espacios y patrimonios naturales (bosques o reservas), como no debería sorprendernos, tienen escasos impedimentos para que un señor tal que quiera comprarse mil hectáreas en una zona específica y, poniendo el dinero correspondiente, no pueda hacerlo.
Galeano
Hace 13 años
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