domingo, 2 de noviembre de 2008

El Solitario (dos historias, un solo cuento)

Ya ni siquiera se cuantos días han pasado, cuántos años, estaciones, la soledad es como un cautiverio, qué digo, es todavía peor, el cautivo no está solo, está con otros cautivos, ojala pudiera hacer lo que hacen en las prisiones, descontando los días en los que terminará esta soledad, pero no, es imposible.
Mi destino es absurdo, cuando el frío llega junto a las estalactitas, mis ropas comienzan a caer, quedo absolutamente desnudo, cuando el calor asoma junto al fuego, el abrigo vuelve a aparecer, como si fueran mil frazadas que me envuelven.
He tenido compañías pasajeras, es cierto, pero dígame usted, cuan acompañado se sentiría con una colonia de hormigas rojas trepando su brazo, con una oruga colgando en sus orejas que una vez convertida en mariposa vuela para vaya a saber uno donde, con una ardilla mordiendo sus talones.
A veces sueño… despierto, porque me cuesta tanto dormir, sueño con un rostro que me pueda mirar fijamente a los ojos, que no se vaya corriendo, que no se escape de mí.
De vez en cuando siento que los autos que pasan por la carretera se ven atraídos por mí, como si quisieran embestirme a toda velocidad, pero alguna razón extraña los mantiene sobre el carril, sobre esa interminable línea punteada amarilla…. Salvo aquella vez…
Ya atrás, han quedado en el tiempo las tardes en las que el hombre con apellido de Dragón, despreocupado, componía dulces y melancólicas melodías, me enseñó que la luna tiene algo de rosa, supe que el tampoco podía dormir, ya no le interesa visitarme, tampoco se si vive. Él decía que la soledad era el precio que tenía que pagar por la verdad, que la sabiduría era imposible en sociedad, pero cuanto haría yo por desprenderme de toda esta verdad que tengo. ¿De Qué me sirve una verdad, si no tengo con quién compartirla?.
Atrás han quedado los jóvenes felices que venían a dejar sus nombres en mi cuerpo. Las personas protegiéndose de la lluvia y de los rayos, los niños subidos a mi hombro, con las rodillas un poco raspadas, pero definitivamente felices.
Me pregunto si yo no seré el culpable de todo esto, si hay algo en mí que hace que los demás se alejen, me pregunto si todo será por aquel incidente.
Se me hace insoportable ver la carretera, pensar que tantos pasan tan de cerca, y nadie se asoma ni siquiera a mirarme, a ofrecerme un poco de agua a cambio de un poco de sombra. Antes lo hacían más a menudo, dejaban el auto ahí, desplegaban manteles floridos realmente horripilantes, y tomaban mate, o comían un sándwich, y hablaban de cuanto faltaba para llegar a Mar del Plata, cuanto para Necochea, de que iban a hacer varias paradas más.
Ustedes si me vieran, ya sin raíces, cómo puedo seguir viviendo, ni yo lo se, me he quitado todas las raíces, pensando en otro mundo, más oscuro quizá, pero menos solitario, pero nada ocurrió.
Lo único que desearía es volver el tiempo atrás, no se exactamente a que momento, porque no se cuando todo empezó a andar mal, o quizá el tiempo adelante, nosotros los solitarios, no sabemos si en realidad el tiempo no corre hacia atrás.
Pero… el ultimo en mirarme, no puede ser, aquél auto… el conductor nocturno que me vio… me niego a pensarlo, pero ya es innegable, aquél conductor que se estrelló con su auto contra mi cuerpo… ya nada queda de él, ha sido el último, el ha muerto, y todo aquél que me vea correrá el mismo destino, ahora entiendo, ya nadie se atreve a acercarse a mí, no saben que nada de esto es mi culpa, si tan solo supieran lo que es ser un árbol maldito… si tan solo estuvieran dispuestos a morir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te agarro por la muerte a vos tambien??
muy bueno!
portate bien que tengo q comentartelo ehhh!!

jajaja

nos vemosss!!