El título de esta reflexión pertenece a un capítulo leído en clase de Walter Benjamin, y es para mi, la frase que sintetiza todo el proceso de narración que puede llevar adelante cualquier persona, pero un proceso visto desde el punto de vista artístico, desde esa arista (o faceta) de arte que cada individuo (a veces sin saberlo) posee. Si bien no es una tarea nada sencilla tomar asiento, y volcar en el papel alguna idea que sea puntapié inicial como para desarrollar una narración, lo cierto es que una vez que esto ocurre, los destinos de nuestras propias narraciones dejan de ser inciertos, para convertirse en historias sólidas, historias que cargan consigo el peso de haber existido en la realidad misma, o simplemente en la imaginación de algún narrador. El camino de la narración puede ser visto, en un primer momento, como un camino que no posee un final, que no se corta, que atraviesa dificultades por doquier pero que siempre continua, decir que una narración terminó equivale a decir que el narrador terminó de contarla, y eso no puede suceder, el narrador siempre continúa de un modo u otro sus historias, aunque no las refleje en un papel, en su cabeza quedan flotando otros tantos destinos inciertos que podían haber cerrado la narración, pero siempre quedará latente otro posible final, otra posible interpretación, y esto es lo que hace que la narración no posea un final concreto, que siempre deje la puerta abierta de lo que pudo haber sido y no fue, que establezca un juego de ida y vuelta con el lector, que me permita contar como quiero que sea una historia, y también como no quiero que lo sea. Creo que es un maravilloso proceso el poder narrar, el poder elegir, el poder crear.
Dentro del mundo narrativo, Yeannoteguy y Alvarado nos ofrecen un vistazo histórico acerca de aquellos cuentos que han marcado la infancia de muchas generaciones en diversos lugares del mundo y que tienen como una historia dos, recordando un poco a Piglia, un fiel reflejo de las sociedades de esas épocas. Las narraciones, tanto escritas como orales, pueden desprenderse de ideas que provienen de la propia experiencia del narrador, aclarando aquí que el narrador de textos escritos no es el autor de la obra, sino que es una voz que narra dicha obra. En cambio, la narración oral no posee autores identificados, siempre se narran en tercera persona.
¡Qué importante es contar con la herramienta de la descripción en el cajón del escritorio! Ese utensilio que me permite describir rasgos, aspectos, fragmentos de algo determinado en un retazo de tiempo dado. ¿Qué mejor que la descripción para narrar la primera vez que uno vio el mar? O ¿el primer día de escuela? O simplemente el momento en que uno se enamora. Obviamente que todas estas descripciones implican un trabajo mental con los recuerdos, para lograr que emerjan lo más sólidos posibles y me permitan reconstruir esa escena, básicamente describirla.
Benjamín nos define a la narración como una “forma artesanal de la comunicación”, y es este modo artesanal el que reconstruye (desde la experiencia) un suceso y decide compartirlo, describirlo, o articularlo de modo tal que le llegue a alguien.
Raymond Carver escribió algo que aún me deja pensando, y que dice: (...)“a riesgo de parecer tonto, un escritor necesita a veces tan sólo presenciar con la boca abierta esta cosa o la otra –un atardecer o un zapato viejo- en puro y absoluto asombro(...)”. Me parece esto una síntesis acerca de lo que implica el oficio del narrador, la cual ante todo invita a la reflexión de quién narra primero, y quién recepta en segundo lugar. Pienso que si un narrador logra presenciar cualquier acontecimiento que se le presente ante sus ojos y luego trasladarlo (mediante la narración) a otra persona ( o a algunas otras personas) de un modo similar, fragmentado, o hasta con los condimentos propios de la ficción, ese narrador ha cumplido con su objetivo. Ha contado una historia, ha invitado a su lector a sumergirse en ella. “El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado”(Ricardo Piglia).
Galeano
Hace 13 años
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